domingo, 28 de noviembre de 2010

Las reglas del método sociológico

Señala Durkheim en este texto que desde el punto de vista del sentido común y partiendo del hecho de que el delito es detestado y detestable, concluyó sin razón, que éste nunca podría desaparecer por completo. Desde esta mirada del sentido común no se concibe que una cosa que repugna pueda tener una razón de ser útil y sin embargo, no hay en ello ninguna contradicción.
¿En el organismo, no hay acaso, funciones repugnantes cuyo ejercicio regular es necesario para la salud del individuo?. Acaso no detestamos el sufrimiento y sin embargo, un ser que no siente o que no conociera el sufrimiento sería un monstruo. Hasta puede suceder que el carácter natural de una cosa y los deseos de alejamiento que inspiran sean solidarios. Por ejemplo; si el dolor es un hecho natural, lo es a condición de que no se lo ame. Si el delito es normal, a condición de que se lo deteste. Ocurre sin cesar que una cosa, pese a ser dañina por algunas de sus consecuencias, sea, por otras, útil o hasta necesari para la vida. Otra posibilidad es que, si los malos efectos que tiene son neutralizados regularmente por una influencia contraria, resultaría que de hecho servirá, será útil sin perjudicar, pero siempre es detestable, porque no deja de constituir por sí misma, un peligro eventual no impedido por la acción de ninguna fuerza antagonista. Así sucede con el delito; el daño que ocasiona a la sociedad es anulado por el castigo, si éste se aplica conforme a unas reglas, lo cual quiere decir que, sin producir el mal que implica.
En el prólogo a la segunda edición explica la proposición según la cual se deban tratar los hechos sociales, como si fueran cosas (proposición básica de su método) es una de las que más contradicciones ha provocado.
Algunos encuentran paradójico asimilar las realidades del mundo exterior, a las realidades del mundo social. Cabe aclarar que la sociología de Durkheim no dice que los hechos sociales son cosas materiales sino que son cosas como las cosas materiales aunque de otra manera. Frente a la pregunta ¿Qué es realmente la cosa? dice; "la cosa se opone a la idea, como lo que se conoce desde afuera se opone a lo que conocemos desde adentro. Cosa es todo objeto de conocimiento que no se compenetra con la inteligencia de manera natural, todo aquello de lo que no podemos hacernos una idea adecuada, por un simple procedimiento de análisis mental. Todo lo que el espíritu no puede llegar a comprender más que con la condición de que salga de sí mismo, por vía de observaciones y experimentaciones, pasando progresivamente de los rasgos más exteriores y más accesibles de manera inmediata, a los menos visibles y más profundos. Entonces, tratar como cosas a los hechos de un cierto orden no es, pues, clasificarlos en tal o cual categoría de lo real, es mantener frente a ellos una actitud mental determinada. Es absorber su estudio partiendo del principio de que ignoramos por completo lo que son, y que no podemos descubrir sus propiedades caracterísitcas, como tampoco las causas desconocidas de las que dependen, ni siquiera valiéndose de la introspección más atenta" (E. Durkheim).
Contrapone a estos hechos; los hechos propiamente dichos, los cuales en el momento en que emprende una tarea científica con ellos se presentan ante nosotros como incógnitas, cosas ignoradas, pues las representaciones que de ellos pudimos hacernos en el curso de la vida fueron hechas sin método y sin crítica, por lo que carecen de valor científico y debemos hacerlas a un lado. Este tipo de hechos son caracterísitcos de la psicología individual por lo que los "hechos de la psicología individual presentan este carácter y deben ser considerados bajo este aspecto, tales hechos, pertenecen a nuestro interior por definición, la conciencia que de ellos tenemos no nos revela ni su naturaleza interna ni su origen". Esa "conciencia" no da de ellos impresiones confusas, pasajeras, subjetivas, pero ideas claras y concretas, ni conceptos explicativos. Precisamente por este motivo se ha fundado en lo que va del siglo una psicología objetiva cuya regla fundamental es estudiar los hechos mentale desde afuera, es decir, como cosas. Con mucha más razón debe ser así el estudio de los hechos sociales.

sábado, 27 de noviembre de 2010

Las reglas del método sociológico. Émile Durkheim

A modo de introducción
Dice Durkheim en este texto que si bien existe una ciencia de las sociedades, no hay que esperar que consista en una simple paráfrasis de los prejuicios tradicionales, sino que nos haga captar las cosas de un modo distinto a como aparecen al vulgo, al hombre común. Pues todas las ciencias tienen por objeto hacer descubrimientos y todo descubrimiento desconcierta en mayor o menor medida las opiniones recibidas. Así pues, respecto al estudio de la Sociología, es preciso que el estudioso, investigador decida resueltamente a no dejarse intimidar por los resultados a que le lleven sus indagaciones. Y agrega "Si buscar la paradoja es propio de un Sofista, esquivarla cuando los hechos la imponen es propio de un espíritu sin coraje o sin fe en la Ciencia". Le pide al lector que no pierda de vista esto, que tenga presente en su cabeza que las formas de pensar a las que está mas familiarizado son contrarias, antes que favorables al estudio científico de los fenómenos Sociales. En consecuencia, es necesario ponerse en guardia, contra las primeras impresiones, dejarse llevar por ellas sin oponer resistencia, corre el riesgo de juzgar sin haber comprendido.
Entonces puede suceder que "nos acusara de haber querido absolber todos los actos de delincuencia valiéndose para ello como pretexto de que nosotros lo convertimos en un fenómeno más de lo que se ocupa la Sociologia" (E. Durkheim).
La objeción a esto, sería pueril, porque si es normal que en todas las sociedades se cometan delitos, lo es también que se castigue por ellos. La Institución de un sistema represivo es tan universal como la existencia de la criminalidad e indispensable para la salud colectiva. Plantea Durkheim que para que no hubiera delitos sería preciso un "nivelamiento de las conciencias individuales", que por razones que luego se analizarán, no es ni posible, ni deseable. En cambio para que no hubiera represión no tendría que haber "Homogeneidad moral", lo que es inconciliable con la existencia de una sociedad (E. Durkheim).
Desde un análisis del sentido común y partiendo del hecho de que el delito es detestado y detestable, concluyó sin razón, que éste nunca podría desaparecer por completo.
No concibe que una cosa que repugna pueda tener una razón útil y sin embargo, no hay en ello ninguna contradicción. ¿En el organismo, no hay acaso funciones repugnantes cuyo ejercicio regular es necesario para la salud del individuo? Acaso no detestamos el sufrimiento y sin embargo, un ser que no siente o que no conociera el sufrimiento, sería un mostruo. Hasta puede suceder que el carácter natural de una cosa y los deseos de alejamiento que inspiran sean solidarios. Por ejemplo: si el dolor es un hecho natural, lo es a condición de que no se lo ame. Si el delito es normal, a condición de que se lo deteste.

lunes, 29 de marzo de 2010

Fuerzas sociales en el desarrollo de la teoria sociológica.

El contexto social configura profundamente todos y cada uno de los campos intelectuales. Ello es particularmente cierto en el caso de la sociología, que no sólo se deriva de ese contexto, sino que también toma el contexto social como su objeto de estudio. Analizaremos brevemente algunas de las condiciones sociales más importantes del siglo XIX y principios del XX, condiciones que fueron de suma importancia para el desarrollo de la sociología.

REVOLUCIONES POLÍTICAS.
La larga serie de revoluciones políticas que, desencadenadas por la Revolución Francesa de 1789, se produjeron a lo largo del siglo XIX constituyó el factor más inmediato de la aparición de la teorización sociológica. La influencia de estas revoluciones en muchas sociedades fue inmensa, y de ellas se derivaron muchos cambios positivos. Sin embargo, lo que atrajo la atención de muchos de los primeros teóricos no fueron las consecuencias positivas de esos cambios, sino sus efectos negativos. Estos escritores se sintieron particularmente preocupados por el caos y el desorden resultantes, sobre todo en Francia. Sentían al unísono un deseo de restaurar el orden de la sociedad. Algunos de los pensadores más extremistas de este período anhelaban literalmente un regreso a los pacíficos y relativamente ordenados días de la Edad Media.
Los pensadores más sofisticados reconocían que el cambio social que se había producido hacía imposible ese regreso. Así, se preocuparon por encontrar nuevas bases de orden en las sociedades perturbadas por las revoluciones políticas de los siglos XVIII y XIX. Este ínterés por la cuestión del orden social fue una de las preocupaciones principales de los teóricos clásicos de la sociología, en especial Comte y Durkheim.

domingo, 28 de marzo de 2010

Marcel Proust.

Escritor francés, autor de la obra en 16 volúmenes En busca del tiempo perdido (1913-1927), considerada como una de las cumbres de la literatura universal. Proust nació en París, el 10 de julio de 1871, en el seno de una familia adinerada. estudió en el Liceo de Condorcet. Comenzó la carrera de derecho, pero pronto abandonó sus estudios para relacionarse con la sociedad elegante de París y dedicarse a escribir. Su primera obra, una colección de relatos titulados Los placeres y los días (1896), es sólo discreta, pero muestra sus dotes de observador para reproducir las impresiones recogidas en los salones de la ciudad. Este material lo emplearía con más eficacia en obras posteriores. Aquejado de asma desde su infancia, a los 35 años se convirtió en un enfermo crónico. Pasó el resto de su vida recluído, sin abandonar prácticamente nunca la habitación revestida de corcho donde escribió su obra maestra En busca del tiempo perdido. Esta obra de Proust describe con minuciosidad la vida física y sobre todo, la vida mental de un hombre ocioso que se mueve entre la alta sociedad. Toda la obra es un largo monólogo interior en primera persona, y en muchos aspectos es autobiográfica.
La importancia de las novelas de Proust reside no tanto en sus descripciones de la cambiante sociedad francesa como en el desarrollo psicológico de los personajes y en su preocupación filosófica por el tiempo. Cuando Proust trazó la trayectoria de su héroe desde la feliz infancia hasta el compromiso romántico de su propia conciencia como escritor, buscaba además verdades eternas, capaces de revelar la relación de los sentidos y la experiencia, la memoria enterrada que de pronto se libera ante un acontecimiento coditiano, y la belleza de la vida, oscurecida por el hábito y la rutina, pero accesible a través del arte. Trató al tiempo como un elemento al mismo tiempo destructor y positivo, sólo aprehendible gracias a la memoria intuitiva.
Proust percibe la secuencia temporal a la luz de las teorías de su admirado filósofo francés Henri Bergson; es decir, el tiempo como un fluir constante en el que los momentos del pasado y el presente poeen una realidad igual. Exploró con valentía los abismos de la psique humana, las motivaciones inconscientes y la conducta irracional, sobre todo en relación con el amor. esta obra traducida a numerosos idiomas, hizo famoso a su autor en el mundo entero, y su método de escritur, basado en un minucioso análisis del carácter de sus personajes, tuvo una importante repercusión en toda la literatura del siglo XX. Otra novela, descubierta y publicada tras su muerte, aunque escrita en (1895 y 1899), es decir, anterior a "En busca del tiempor perdido", es "Jean Santeuil (3 volúmenes, 1952).

jueves, 7 de enero de 2010

EL CAMPO DE LA PSICOLOGÍA SOCIAL. Serge Moscovici

¿Qué es la Psicología Social?
Todo resultaría muy sencillo si pudiésemos definir sin problematizarnos; que está primero el individuo o la sociedad. Todos aceptamos como algo indiscutible que estos dos términos estén separados, que cada uno sea autónomo y posea una realidad propia. Esto significa que podemos conocer uno sin conocer el otro, como si se tratasen de dos mundos extraños entre sí. La fuerza de esta visión, dice Moscovici, resulta incontestable, al igual que la división que mantiene: el individuo reducido a su organismo y la sociedad petrificada en sus instituciones y aparatos.
O mejor aún: por una parte el uno, lo único, por la otra lo múltiple o lo colectivo. Y esta visión tiene un efecto al que nos hemos acostumbrado desde hace largo tiempo: el tratado de partición que concede al individuo a la psicología y la sociedad a la economía o a la sociología. Este resultado se expresa a menudo de una forma más concreta: el psicoanálisis se ocupa del individuo y el marxismo de la sociedad. Semejante convención clarifica las ideas y contribuye de manera eficaz a la coexistencia pacífica entre las diversas ciencias y entre las diversas teorías.
Esta partición corresponde a la realidad en los casos extremos. Pero resulta banal reconocer que el individuo sólo existe dentro de una red social y que toda sociedad se compone de una multitud de individuos diversos, al igual que el más mínimo pedazo de materia está compuesto por una multitud de átomos. Es posible observar que en cada individuo habita una sociedad: la de sus personajes imaginarios o reales, de los héroes que admira, de los amigos y enemigos, de los hermanos y padres con quienes nutre un diálogo interior permanente. Y con los cuales incluso llega a sostener relaciones sin saberlo. Así pues, cuando se dice; existe el individuo y existe la sociedad, dejamos a un lado la experiencia compartida por casi todo el mundo.
Se dirá con justicia, dice Moscovici, que esto no es demasiado grave. Todo análisis y toda explicación exigen una abstracción. Abstracciones como las que hacemos constantemente en economía al hablar del mercado separado del poder, o en psicología al describir el pensamiento separado de las emociones. Sí no cabe la menor duda. Pero dicha partición tiene un sentido. Oculta una realidad primera, la invariante de existencia cuyos rastros encontramos en todas partes. Es decir, la oposición entre individuo y sociedad, la feroz batalla que libran desde tiempos inmemoriables lo personal y lo colectivo.
Este conflicto no excluye, evidentemente, las armonías momentáneas ni las pacificaciones duraderas.
Si la psicología Social tiene una razón de ser en tanto ciencia y un leitmotiv que le sea propio, es ahí donde lo encontramos. Toda ciencia mayor intenta responder, a través de investigaciones efectuadas en campos concretos, a alguna de las lancinantes preguntas que se plantean los hombres. La Física, a la pregunta: ¿ Qué es la materia o el movimiento?.
La Biología; a la pregunta: ¿Qué es la herencia? o bien ¿Por qué existe la vida?
La Cosmología, a la pregunta ¿Cuál es el origen del Universo?
De manera similar, la Psicología Social, se ha ocupado y sigue haciéndolo de un solo y único problema: ¿Por qué se produce el conflicto entre individuo y sociedad?.
Ninguna otra ciencia aborda este problema de forma tan directa, ninguna, dice Moscovici, siente una atracción tan profunda por este conflicto. Y aquellas ciencias que lo hacen se aproximan a la psicología Social, como sucedió con el psicoanálisis al interesarse éste por los fenómenos de masa. También en el caso de la historia cuando estudia los fenómenos de la mentalidad. Y la recíproca también es cierta. Siempre que la psicología social olvida este problema para estudiar en paralelo y con independencia uno de otro, ya sea lo social o lo individual.