Las ideas de Vygotsky y posteriormente Luria y colaboradores; dieron origen a estudios realizados en Occidente sobre la influencia del lenguaje egocéntrico en la resolución de determinadas tareas cognitivas (García Madruga, 1977). Así, Baudichon (1975) encontró que entre los 5 y 7 años, las verbalizaciones espontáneas de los niños durante la resolución de un problema tenían un efecto directo, instrumental en su capacidad de resolverlo. Las verbalizaciones espontáneas cuyo propósito era regular el comportamiento surgían principalmente cuando la tarea era difícil, encontrando una relación significativa con los resultados alcanzados en la resolución del problema. Los niños que emitían más verbalizaciones reguladoras eran los niños más activos, y los que mejores resultados obtenían. Además, encontró qu si se induce a un niño, entre 5 y 7 años, a aumentar sus verbalizaciones, aumentará su eficacia en la resolución del problema; y al contrario, al inducirle a disminuir sus verbalizaciones, disminuye también su eficacia. Estos resultados han sido también encontrados por otros autores como Caron y Caron-Pargue (1976).
Dentro de la concepción de Vygotsky sobre la influencia del lenguaje en la percepción y en los procesos cognitivos, Luria y sus colaboradores realizaron en los años 50 un buen número de investigaciones. La mayor parte están realizadas desde una perspectiva pavloviana, al considerar el lenguaje como "segundo sistema de señales". La base teórica de estos estudios es que el carácter independiente y predominante de este segundo sistema de señales permite a los sujetos establecer nuevas conexiones con gran facilidad, superando la rigidez propia del primer sistema. Así, Liublinskaya (1957) estudió cómo la introducción del nombre de los colores facilitaba el que niños entre 12 y 30 meses pudieran escoger correctamente de entre varias cajitas aquella (la roja) en la que se encontraba un caramelo. Según Luria, esta función del lenguaje "al ayudar a definir las señales necesarias, modifica sustancialmente la percepción del niño y facilita la elaboración de un sistema de asociaciones deferenciadas" (1959a, pág. 74). Mediante la definición verbal de la tarea los niños de 3 y 4 años serían capaces de inhibir las respuestas impulsivas debidas a las impresiones inmediatas y actuar de acuerdo con la regla expuesta verbalmente. El lenguaje permitiría al sujeto liberarse de las ataduras del refuerzo y edificar a partir de las reglas verbales interiorizadas, un "sistema de autorregulación superior". El objetivo final de la autorregulación se conseguiría a través de tres etapas consecutivas. En un primer momento, el lenguaje serviría para poner en marcha la actividad del niño. El lenguaje tendría una función incentiva o propulsora, no siendo posible todavía un dominio de la acción mediante el lenguaje: "La acción del niño es todavía predominante; aunque el lenguaje del adulto ha adquirido ya una función de iniciación, todavía no puede inhibir la acción que ya había sido comenzada y todavía menos se puede esperar; que el niño pase de una acción a la otra" (Luria,. 1959a. pág.48).
Posteriormente el niño podría, ante una orden verbal del adulto, inhibir su actividad, terminando una acción ya comenzada. El lenguaje habría ya alcanzado una función inhibidora. No obstante, el objetivo final, es decir la autorregulación de la conducta del niño por medio de su propio lenguaje, está lejos. Según Luria sólo a partir de los 41/2-5 1/2 años el niño es capaz de comprender instrucciones verbales y comportarse de acuerdo con ellas. En este momento el niño es capaz de utilizar el lenguaje en la preparación y planeamiento de su actividad; el lenguaje es ya un lenguaje de "programación" y no solamente de acompañamiento; el lenguaje ha alcanzado una función preparatoria, reuladora. La próxima fase, según Vygotsky y Luria, consiste en la desaparición de la verbalización que convierte el lenguaje manifiesto en lenguaje interior. El desarrollo del lenguaje lleva, por tanto, del lenguaje socializado al egocéntrico y de este al lenguaje interior, y este desarrollo va unido a una evolución de las funciones del lenguaje que conducen, ya en la fase egocéntrica, a la aparición de la auto-regulación.
Dentro de la concepción de Vygotsky sobre la influencia del lenguaje en la percepción y en los procesos cognitivos, Luria y sus colaboradores realizaron en los años 50 un buen número de investigaciones. La mayor parte están realizadas desde una perspectiva pavloviana, al considerar el lenguaje como "segundo sistema de señales". La base teórica de estos estudios es que el carácter independiente y predominante de este segundo sistema de señales permite a los sujetos establecer nuevas conexiones con gran facilidad, superando la rigidez propia del primer sistema. Así, Liublinskaya (1957) estudió cómo la introducción del nombre de los colores facilitaba el que niños entre 12 y 30 meses pudieran escoger correctamente de entre varias cajitas aquella (la roja) en la que se encontraba un caramelo. Según Luria, esta función del lenguaje "al ayudar a definir las señales necesarias, modifica sustancialmente la percepción del niño y facilita la elaboración de un sistema de asociaciones deferenciadas" (1959a, pág. 74). Mediante la definición verbal de la tarea los niños de 3 y 4 años serían capaces de inhibir las respuestas impulsivas debidas a las impresiones inmediatas y actuar de acuerdo con la regla expuesta verbalmente. El lenguaje permitiría al sujeto liberarse de las ataduras del refuerzo y edificar a partir de las reglas verbales interiorizadas, un "sistema de autorregulación superior". El objetivo final de la autorregulación se conseguiría a través de tres etapas consecutivas. En un primer momento, el lenguaje serviría para poner en marcha la actividad del niño. El lenguaje tendría una función incentiva o propulsora, no siendo posible todavía un dominio de la acción mediante el lenguaje: "La acción del niño es todavía predominante; aunque el lenguaje del adulto ha adquirido ya una función de iniciación, todavía no puede inhibir la acción que ya había sido comenzada y todavía menos se puede esperar; que el niño pase de una acción a la otra" (Luria,. 1959a. pág.48).
Posteriormente el niño podría, ante una orden verbal del adulto, inhibir su actividad, terminando una acción ya comenzada. El lenguaje habría ya alcanzado una función inhibidora. No obstante, el objetivo final, es decir la autorregulación de la conducta del niño por medio de su propio lenguaje, está lejos. Según Luria sólo a partir de los 41/2-5 1/2 años el niño es capaz de comprender instrucciones verbales y comportarse de acuerdo con ellas. En este momento el niño es capaz de utilizar el lenguaje en la preparación y planeamiento de su actividad; el lenguaje es ya un lenguaje de "programación" y no solamente de acompañamiento; el lenguaje ha alcanzado una función preparatoria, reuladora. La próxima fase, según Vygotsky y Luria, consiste en la desaparición de la verbalización que convierte el lenguaje manifiesto en lenguaje interior. El desarrollo del lenguaje lleva, por tanto, del lenguaje socializado al egocéntrico y de este al lenguaje interior, y este desarrollo va unido a una evolución de las funciones del lenguaje que conducen, ya en la fase egocéntrica, a la aparición de la auto-regulación.
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